sábado, 9 de febrero de 2013

LEYENDO UN DICCIONARIO



Por ERNESTO OCHOA | Publicado el 9 de febrero de 2013
Encontré al padre Nicanor, mi tío, embebido en la lectura. Me sorprendió ver que el libro que tenía ante sus ojos era el "Diccionario de antioqueñismos", del padre Julio Jaramillo Restrepo,que hacía muchos meses yo le había regalado. Entre sus manos, casi como una paloma blanca echada con las alas abiertas, el bello volumen, publicado en 2010 por el Fondo Editorial de Eafit, en la colección Rescates. La impecable edición entrega a los lectores un excelente y delicioso trabajo de indagación del lenguaje de Antioquia, encontrado entre los papeles que dejó, al morir, el ilustre sacerdote abejorraleño y cuyo último largo trecho de existencia transcurrió en Envigado.

-Buenos días, padre Nicanor. Me alegra verlo hojeando el librito que le regalé hace tiempo. Está bueno, ¿cierto?

-Yo ya lo había hojeado y ojeado muchas veces. Ahora lo estoy leyendo.

-¿Leyendo un diccionario? No charle, tío. 

-Así como suena. Y no es el primero ni el último. Y ya que de diccionarios se trata, me lo estoy leyendo de la a a la zeta

-No me imagino cómo se pueda leer un diccionario.

-Yo hablo de varias lecturas. Una, que es a la husma; husmeando, como los perros, las palabras. Uno las olfatea y, en este caso de los regionalismos, se despiertan aromas de vivencias antiguas, de nostalgias enterradas.

-Curioso ese leer husmeando, que usted dice.

-La siguiente lectura es picoteando, como las gallinas y las palomas. Uno va atrapando, con el pico de la curiosidad, palabras raras o desconocidas, y se las traga, las mete en la memoria. Es buen alimento para ampliar el conocimiento y enriquecer el lenguaje.

-Más curioso, todavía, padre, eso de picotear diccionarios.

-La tercera es lectura de estudio, de comparación con otras obras de investigación idiomática. Y, finalmente, que es la esencia de los diccionarios: la consulta siempre que se encuentren u oigan palabras cuyo significado se desconoce. 

-Bueno, curioso eso de leer diccionarios. Ahora, según usted, tío, cuáles son la virtudes de este "Diccionario de antioqueñismos" del padre Julio Jaramillo.

-La sencillez que impregna todo el libro. Las acotaciones de deliciosa ironía en algunos de los comentarios. Una inmensa labor de búsqueda y compilación de regionalismos, que deja entrever mucha lectura y mucha conversación y escucha del habla popular. Todo muy del talante del recordado sacerdote.

-¿Y para qué puede servir?

-Te lo digo de una: para acendrar la antioqueñidad, cada vez más desteñida. Para purificar el lenguaje paisa, tan profanado hoy por humoristas de pacotilla y graciosos de toda laya que creen que el habla de Antioquia es un barbotar de palabras obscenas, de sandeces de mal gusto y de insulsas chabacanerías. Y no más. Que Dios tenga en su gloria al padre Julio.